Eros y Tánatos, de Toñi Gordillo Serrano

(En las ilustraciones “Los amantes”, de René Magritte)

ELLA:

Me dijiste que te ibas para siempre; me hubiera gustado hablar contigo de ello y decirte tantas cosas. Yo no quiero vivir sin ti, no puedo soportar la idea de una cama vacía de ti. ¿Cómo podría vivir sin tu olor, sin tu calor, sin tu risa, sin tus ronquidos por la noche, sin que estés a mi lado, aunque solo sea como simple presencia? Necesito tus caricias, aunque sean falsas, tu mirada, aunque no sea de amor, necesito acurrucarme en tu regazo. Calentarte los pies por la noche. Te serviré fielmente, como un perro si quieres, no me importará que no me ames, pero ¡no te vayas!

Mi amor se fue, me siento vacía. ¿Qué puedo hacer para que vuelva? Pasa el tiempo y no regresa, me estoy volviendo loca, ya no como, ni duermo, ni vivo. Hace meses que no se nada de él. Me derrumbo, el médico dice que estoy débil y triste, cierro los ojos, no quiero ver ni hablar con nadie. Mis hijos se desesperan. Mamá, ¿qué podemos hacer por ti? Hago que no los oigo. Pasan los días, las semanas y los meses. Entra mi hija en la habitación, abro los ojos, le doy instrucciones para preparar mi mortaja, ella me mira horrorizada ¿estás loca? No hija, estoy preparada, quiero que me maquillen, me echen el mejor perfume, me peinen y me pongan mis mejores galas, para cuando a él le llegue el momento y venga al más allá, me vea guapa.

EL:

Al fin un día me decidí y le dije que me iba para siempre. Su mirada de odio recorrió todo mi cuerpo, podía adivinar sus pensamientos, ella lo deseaba, parecía estarme diciendo ¿por qué has esperado tanto? ¡con lo mucho que yo la quiero! Y ella con su arrogancia me despreciaba, no me atrevía a acariciarla, era tan insegura, egoísta y malvada, que cuando yo llegaba a casa, temblaba como un niño que espera recibir un castigo. Aún, así, yo la quería y me habría gustado que ella hubiera llorado el día que partí con mi maleta en la mano deseando que me pidiera volver a intentarlo. Pero no, impasible vio como salía de nuestro hogar para no volver.

Cuando llegué a mi nueva casa lloré. La soledad me embargaba, estuve a punto de volver para decirle que la amaba, pero ¿qué hubiera hecho ella?, seguramente darme un portazo en la cara.

Ahora vivo como un fantasma, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Me despierto por las noches y miro la cama vacía, su cara no está en la almohada, en la mesa no está su plato, ni su ropa en el armario ni huele a ella mi casa. Han pasado varios meses, ¡no puedo vivir así, la quiero tanto!

Suena el teléfono, es mi hija, me dice: Papá, Mamá ha muerto esta mañana. ¿Cómo ha sido? –le pregunto- dice el médico que de tristeza.

Voy al tanatorio ¡Que guapa está! y por la tarde doblan las campanas… la llevamos a enterrar y a mí, se me rompe el alma.

Mayo, 2011
Toñi Gordillo Serrano

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