Solo de contrabajo

Suena en el espacio un remoto y viejo disco de jazz…
Las notas fugadas de entre las cuerdas del contrabajo
desmigajan su tristeza.
El vinilo da vueltas al vacío de su vida,
un carrusel formado de inmóviles pegasos de melancolía
mil veces repintados con colores opacos.

La melodía le traslada a otro tiempo…
Otro tiempo en donde siempre busca la esperanza,
en donde siempre acaba cautivo y sin ventilación,
suspendido en un extenso túnel sin luces ni salida.

Pretende recordarla y revivirla con la imaginación.
A veces, sus inertes neuronas le responden y,
casi puede olerla e, inclusive, tocarla.

Y, es entonces cuando se refugia en su ajada fotografía
para que el reflejo adorado de su imagen
estimule, más si cabe, su esfuerzo incompleto.
Imagen que aún consagra y conserva.
La mira y la contempla con ojos inflamados,
todavía se agita su libido al besarla.

El contacto con el cristal del marco polvoriento
le devuelve a la ineludible y despiadada realidad.
Coge su vaso lleno de ginebra… La ama y la odia, haciendo
el ademán de con ella brindar por su memoria.

El despreciable alcohol le quema ahora la garganta,
cicatrizando sus acallados e improductivos gritos.
Una punzante zarza de ansias se le clava en el alma.

Sus flujos se marchitan de puro inútiles y solos,
de no hacer halagos al amor, inexistente ya.

El viejo disco de jazz sigue y sigue sonando,
sigue y sigue gimiendo, ya casi rayado por tanta insistencia.

Está será su última botella de ginebra.
Cuando la apure toda entera pondrá punto final,
este será el último acto de su inventada ausencia.

UN SOLO TERMINAL DE CONTRABAJO EJECUTANDO
EL PÓSTUMO EPISODIO DE SU AMARGA EXISTENCIA.

16 febrero, 2016
Ana María Pantoja Blanco

1 comentario en «Solo de contrabajo»

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