El regalo de la Naturaleza

Cuando hablamos de regalos casi siempre pensamos en cosas materiales, sin darnos cuenta qué el mayor de los regalos forma parte de nuestro entorno, lo tenemos al lado, lo disfrutamos cada día. Qué sería de nosotros sin el sol que nos alumbra y nos calienta, sin el aire que respiramos, sin el agua que nos calma la sed, que nos hidrata y nos asea.

Basta con el sol y unas gotas de lluvia para que se produzca el milagro de la Naturaleza. Podemos cultivar un campo y, él nos regalará alimentos. Podemos sembrar una flor y, nos deleitará con su belleza y su aroma. Podemos plantar un árbol y, nos cobijará y dará sombra. Y, así continuamente, regalo tras regalo. Respetando sus leyes la Naturaleza nos dará siempre una recompensa.

Y qué mayor disfrute que contemplar la danza mágica del trigo dorado mecido por el viento, o escuchar el sereno silencio de la noche que nos adormece y nos conduce al merecido descanso.

La Naturaleza es el más completo de los regalos porque la percibimos a través de todos nuestros sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto.

¿Quién no se ha recreado con el olor a tierra mojada tras la lluvia? ¿Quién no se ha sumergido en el disfrute del intenso perfume de un bosque plagado de pinos y eucaliptos?

Los múltiples colores de las flores, los ocres del otoño o el impoluto blanco de la nieve, inmensas experiencias en las que se recrea nuestra vista.

El cálido contacto con la piel de un bebé, la caricia a un animalito desvalido, el frescor placentero de la brisa en verano, regalos todos ellos a los que no podemos poner precio… un goce que no se compra, se percibe.

El apacible sonido del mar que nos embelesa con su repetida sinfonía, o el sublime rumor de las olas que nos inquieta cuando se torna bravo y enfadado, son experiencias sensitivas de una intensidad extraordinaria.

Me gusta sentir que formo parte de la Naturaleza y que tengo el deber de defenderla. No quiero ser egoísta, quiero que también la disfruten intacta nuestros hijos y los que vengan detrás.

Los recursos naturales son nuestra mayor riqueza, nuestro más preciado legado: como el aire limpio que respiramos y que se purifica a través de las plantas o, el agua pura que es indispensable para la vida.

Qué rica una naranja cuando tenemos sed y que buena la comida que nos nutre y nos sustenta. La naturaleza nos proporciona el alimento del día a día, ya sea animal, vegetal o mineral, en una profusión interminable de sabores. También es fuente básica de las medicinas que utilizamos para la sanación de nuestros cuerpos.

La Naturaleza nos proporciona el abrigo y resguardo que necesitamos. De ella salen todas las materias primas de nuestros vestidos, calzados y, hasta de las viviendas que nos cobijan y nos protegen. Nos suministra la energía que nos calienta y nos ayuda a progresar, siempre que respetemos las reglas básicas del equilibrio de un armonioso y conveniente desarrollo sostenible.

Nos sentimos relajados cuando contemplamos un hermoso paisaje, cuando escuchamos sus sonidos, cuando respiramos sus aromas sintiendo la suave brisa, recreándonos en su belleza…

La Naturaleza es la fuerza vital que nos impulsa cada día y que, en definitiva, nos ofrece el maravilloso prodigio de nuestra existencia… Y yo, la verdad, no conozco mejor regalo.

12 enero, 2016
Ana María Pantoja Blanco

2 comentarios en «El regalo de la Naturaleza»

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