La poesía no sólo es un género literario. No se merece esa concepción vaga y simplista, esa limitación a su libre naturaleza. La poesía es una forma de entender la vida, el mundo, incluso de entendernos nosotros mismos. La poesía piensa, reflexiona, grita, pega, pero sobre todo, siente. El poema del poeta tiene los pies en la tierra, tiene su esencia, se alimenta de ella y, al mismo tiempo, la riega.
La belleza, la amada, el amigo, lo más positivo, y también lo triste, melancólico y más negativo, a través de unos versos sinceros y sentidos, se percibe como una forma de realidad más profunda y más mística que la que conocemos día a día. La poesía, con sus símbolos, su retórica y sus figuras, con sus analogías, símiles, metáforas e ironías, no hacen más que intentar expresar lo más inexpresable de nuestro ser. Y al leerla, sin saber muy bien ni cómo ni por qué, vislumbramos eso tan puro y desconocido de los humanos. Esas sensaciones plenas de un momento y un lugar determinados, de un ser que ve la vida desde una perspectiva bien distinta: desde el amor a la vida, desde el canto de la poesía.
Para mí, la poesía sabe más de sensaciones que de significados. Y esa es su verdadera magia. La ciencia, los números, dan datos cerrados. Y el resto de géneros literarios, bajo mi punto de vista, se parecen más a la ciencia, por cómo están estructurados y limitados. La poesía es bien distinta, quizá a veces se estructure bajo determinadas fórmulas, depende de quien la escriba, y quizá también dé datos, al igual que el resto de géneros literarios. Sin embargo, los datos que aporta son de muy distinta naturaleza. Son abiertos, libres, son percepciones, orientaciones, ajenas a esas formulaciones y pautas objetivas que gobiernan nuestras vidas, más inteligibles o más científicas. La poesía ya no sólo es una realización personal, creativa o literaria. Es metafísica.
Los que escribimos poesía, una cosa tenemos clara: no hay otro tipo de narrativa comparable, pues no hay ninguna otra forma de expresión que sea tan abierta, tan espontánea, tan sincera, tan auténtica y tan simbólica. En mi caso particular, puedo decir que ya no sólo me ayuda a conocerme, a realizarme, a explotar mi creatividad e inquietudes literarias, sino que además me ayuda a sentir más, a fijarme más en las cosas importantes, y sobre todo, a mejorarme como persona, amante, hijo o amigo. Cuando tengo un problema, lo escribo, y casi siempre en forma de poema, por ser la forma más libre y fácil de plasmarlo, y parece que el problema en cuestión se reduce, se ve desde otra perspectiva, y me ayuda a entenderlo y solucionarlo. Quizá esto suena a ciencia-ficción, pero os aseguro que no. Para mí, la poesía no sólo es una forma de vida, de percepción, sino que es, además y sobre todo, una liberación, una necesidad y una terapia sin igual.
En cuanto al estilo del poeta, no soy una persona que valore en exceso la estructuración de un poema o su lenguaje; en definitiva, su estética. Para mí es infinitamente más importante la intención sincera del poeta, reflejada en el poema. Me interesan mucho más los poemas francos, auténticos y espontáneos. Los poemas sinceros. Y curiosamente éstos, en mi opinión, suelen ser los más simples de elaboración y de lenguaje, pero no de fondo. Por eso me gustan más, porque suelen ser más efectivos, ya que para mí los versos tienen que reflejar una vida y un alma, la del poeta. Sin embargo, hay cierto tipo de autores que prefiero no mencionar, por respeto, que tan sólo se recrean con creaciones lingüísticas perfectas, sin sentir lo que expresan, haciendo poemas poco sinceros pero muy estéticos. Para mí, eso no es poesía, pues la poesía es honrada, sincera, verdadera. Y los versos superfluos que no se sienten, sólo se emplean como excusa para decir “¡qué grande soy, qué bien escribo!”. Bravo tío, pero la poesía es otra cosa.
Para terminar, me veo en la obligación de mencionar al culpable de mi pasión a la poesía, a mi mentor y mi guía, estimado compañero y amigo: Walt Whitman. Me despido no sin antes aclarar, con este colofón final, que los amantes de la vida son amantes de la poesía. Lo sepan o no, directa o indirectamente, explícita o implícitamente. Porque la poesía es belleza, y bella es la vida. No sólo existe un tipo de poesía, existen muchos, quizá infinitos, y puede que tú aún no hayas descubierto o creado, el tuyo.
Abril, 2006
Miguel Delgado Pantoja
Qué buena reflexión Miguel, en ella trasmites magníficamente tu pasión por la vida y la poesía. ¡Enhorabuena!
Mola leerlo 🙂 Hace 12 años que lo escribí. Ahora expresaría lo mismo, pues sigo sintiendo igual todo ese fondo en cuanto a mi manera de entender la poesía, pero lo haría de una forma menos enrevesada e infinitamente más sencilla y directa. Más tipo Hemingway o Bukowski. Frases más cortas. Menos adjetivos. Más verbos y acción. Más, como a mí me gusta decirlo, «puñetazos con palabras».