Esquivando el pánico

Sandy vio como Arthur bajaba histérico de su furgoneta y corría a entrar en casa. No atinaba a abrir con las llaves, así que daba gritos desesperados llamando a su mujer mientras aporreaba la puerta.

La mujer bajó corriendo, saltando los escalones de dos en dos. Sin duda, algo muy grave debía suceder, nunca había visto a su marido así, él era una persona muy tranquila.

– Sandy, tenemos que salir ya, ¿no has oído la radio?

No, ¿qué pasa? Al fin he conseguido dormir a los bebés y estaba leyendo, quería terminar esta novela.

– Yo lo he oído en la furgoneta. Nos están atacando, seres de otros mundos nos están invadiendo. No hay tiempo que perder, tenemos que salir de aquí.

– Pero ¿qué dices, estás loco?

– Enciende la radio y te convencerás.

– Tenemos que llevarnos lo más necesario, coger a los niños y salir pitando de aquí para ponernos a salvo.

Sandy y Arthur tenían dos preciosos gemelos de pocos meses. En la radio emitían un programa de variedades con música en directo.

– Ves, no pasa nada – le dijo Sandy.

De pronto, se interrumpió la emisión, un reportero estaba narrando una caída de meteoritos en el pequeño pueblo de Grover’s, en Nueva Jersey; ellos vivían a muy pocos kilómetros de allí.

Al parecer, lo que al principio parecían meteoritos, habían resultado ser naves marcianas. Los extraterrestres estaban atacando el pueblo, lanzando una especie de rayos de fuego que destruía todo lo que se le ponía por delante, a la vez que emanaban gases venenosos que contaminaban el oxígeno haciéndolo irrespirable.

Los invasores eran unos repugnantes seres alienígenas de espantoso aspecto, con grandes tentáculos para desplazarse y unos monstruosos ojos amenazadores e inmensos.

Sandy se quedó estupefacta, no daba crédito a las alarmantes noticias. Las autoridades difundían comunicados con instrucciones a los ciudadanos para que huyeran de allí a un lugar seguro.

– ¿Qué más necesitas oír? – le gritó Arthur.

Los dos corrieron a recoger agua y algunas cosas más, las imprescindibles que pudieran necesitar para el viaje. Desde su casa también pudieron observar cómo los vecinos empezaban a movilizarse para salir también como almas que lleva el diablo, todos estaban aterrados.

Habían pensado ir al norte, a Minnesota, donde vivían los padres de Arthur, ellos los acogerían. Iba a ser un viaje largo, muy largo.

Despertaron a los bebés, los metieron en el coche y se pusieron en marcha. La salida de la autopista estaba colapsada, la gente huía despavorida a la vez que seguían escuchando la radio con noticias cada vez más sobrecogedoras.

El ejército había llegado a hacer frente a los invasores con tanques y vehículos acorazados, pero ante sus poderosos rayos no tenían nada que hacer, les estaban aniquilando… Los aviones militares intentaban bombardear las naves alienígenas, pero estas estaban protegidas por un escudo invisible y sus misiles eran tan ineficaces como inútiles. Sin embargo, ante sus rayos nuestros cazas caían como moscas.

El atasco para salir de allí era interminable, habían quedado atrapados sin salida, el pánico había reunido allí a buena parte de las poblaciones cercanas. La pareja estaba atónita por todo lo que estaba sucediendo y encima, ahora, se habían quedado paralizados e impotentes. La carretera les había retenido tanto a ellos como a otros, los ocupantes de los coches se miraban entre sí con gestos de no saber que hacer. Los pequeños lloraban, Sandy y Arthur no conseguían tranquilizarlos pues a su vez estaban histéricos.

La radio les seguía informando puntualmente de los acontecimientos hasta que, al fin, Arthur se dio cuenta que era sólo una dramatización. La guerra entre los mundos no podía ser verdad, era la noche de Halloween. Luego, al terminar la emisión, aclararon que era sólo un programa de radio y que no se explicaban porque la gente había reaccionado así.

En un principio se sintió muy aliviado y, luego, muy enfadado. ¿Cómo habían podido engañarles de esa manera?, todo parecía tan real. Y, Arthur no había sido el único, una larga fila de coches con sus ocupantes dentro también habían sido víctimas del pánico que los llevó a salir huyendo para poner a salvo a sus familias.

El episodio de radio de “La guerra de los mundos” estaba narrado y dirigido por Orson Welles. Se emitió en directo a las nueve de la noche del domingo 30 de octubre de 1938, noche de Halloween.

Es increíble, pero fue así. Los medios de comunicación demostraron su extraordinario poder al provocar tanta angustia y alarma en su audiencia. La introducción del programa explicaba que se trataba de una dramatización del libro de H. G. Wells, pero no todos estuvieron atentos a estas manifestaciones.

También, todas las personas que sintonizaron la radio más tarde y no escucharon la introducción, pensaron que las terribles noticias eran reales. El miedo invadió las calles de Nueva York y Nueva Jersey, los estados más cercanos a donde supuestamente se estaba produciendo la invasión.

Orson Welles interpretaba el papel del profesor Pierson, un científico que trataba de explicar lo ocurrido. Otro actor hacía el papel del periodista Carl Philips, que actuaba como reportero desde donde se estaban desarrollando los hechos.

Las numerosas llamadas de los ciudadanos atemorizados bloquearon las centralitas de la policía, así como la de las redacciones de noticias.

Cuando la población se dio cuenta del engaño, al día siguiente de la emisión, quisieron exigir responsabilidades a Orson Wells que tuyo que pedir perdón públicamente a la audiencia por lo que, en principio, iba a ser sólo una broma de Halloween.

Desde este momento, se incrementó la inquietud a la amenaza de posibles invasiones alienígenas, que pasaron a constituir una seria preocupación de la ciudadanía ante la posibilidad de que ese hecho se pudiera llegar a producir.

Y, cosa curiosa es que este sorprendente suceso, al contrario de perjudicar la carrera de Orson Welles, lo catapultó a la fama. De la misma manera, cómo ya hemos apuntado, también demostró el asombroso dominio que pueden llegar a tener los medios de comunicación para infundir el pánico en tantas y tantas personas que llegaron a creerse este gran engaño.

24 febrero, 2020
Ana María Pantoja Blanco

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2 comentarios en «Esquivando el pánico»

    • Paradójicamente, unos invasores tan poderosos fueron vencidos por unos organismos microscópicos que empezaron a actuar en cuanto los alienígenas tuvieron contacto con la atmósfera de la Tierra. Según nos cuenta H. G. Wells en su libro, los marcianos sucumbieron al ser infectados por las bacterias terrestres que les destruyeron al no tener inmunidad natural contra ellas.

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