Rufino en Belén y su encuentro con Herodes, de Geli O.F.

Como siempre que no tenía nada que hacer, Rufino se aburría soberanamente. Sentado frente a su mesa camilla contemplaba su artilugio que lo transportaba a donde él menos se imaginaba, ya que no sabía manejarlo muy bien, y tonteando, tonteando, le dio con su dedo y… ¡zas!, sin darse cuenta se puso en marcha y de pronto se vio como siempre en no sabía dónde.

Miró a su alrededor y descubrió una vaca y una mula.

-¡Ay Señor!, ¿dónde habré caído? Esto parece un establo, no, no, que digo, esto es un establo. Hay olor a animales y, de hecho, estoy viendo una mula y un buey. Vaya, parece que allá, más adentro, hay dos personas y una especie de cuna hecha de pajas. ¡Ay Dios! que he caído en Belén en el establo donde nació Jesús. Y ahí está, debe acabar de nacer, pero esto está muy solitario, pues no decían que los pastorcitos…etc. etc., pues aquí no hay un alma. ¡Ay! ¿qué hago, qué hago? Me disfrazaré de pastorcillo como Raphael a ver si paso desapercibido. Pero por ahí viene una mujer, esperaré a ver qué pasa.

-Señora -dijo la mujer acercándose a María – he oído que acaba de tener a este niño y que no ha encontrado otro sitio mejor, vengan, vengan conmigo a mi humilde choza a comer algo por lo menos.

-Muy agradecidos buena mujer -dijo José – por lo menos nos calentaremos un poco.

Echaron a andar por una estrecha vereda. De pronto, Rufino vio venir camino adelante una multitud de personas.

-Por ahí vienen los pastorcitos y demás habitantes de la ciudad, me tengo que esconder, me meteré en este pesebre, aunque esté rumiando la vaca. Se cubrió con paja y se quedó a la expectativa. Los paisanos de Belén hablaban todos a la vez.

-¿No dicen que ha nacido aquí un niño, pues dónde está? -dijo una pastorcilla.

-Y yo que sé -dijo otra compañera – yo aquí no veo nada de nada, ese que se presentó diciendo que era un ángel era un impostor.

-Y un mentiroso -añadió un tejedor de lana.

-¡No era verdad, que desilusión! -añadió una lavandera.

-¡Eh mirad aquí hay algo! -dijo un zagal mirando al pesebre donde estaba Rufino.

-¡El niño, el niño!, el ángel dijo que estaba en un pesebre, ¡mirarlo aquí está, aquí está!

Rufino se tapaba la cara y la cabeza.

-Hala, pero que dices ¿cómo va a ser esa cosa un niño recién nacido, no ves que pinta tiene si hasta está vestido muy raro, yo creo que este bajó de otro planeta con la estrella de Oriente que dicen que viene guiando a tres personajes muy importantes.

-Vayamos a buscar al ángel, aquí tiene que haber un error.

Todos salieron precipitadamente encaminándose al pueblo.

Rufino se fue levantando poco a poco, comprobó que estaba solo.

-Voy a salir de aquí rápidamente no sea que vuelvan esos fervorosos paisanos. Me adentraré en la ciudad y pasaré desapercibido. ¡Oh! qué callejuelas tan pintorescas, como se ve que en esta época no hay coches. ¡Anda mira allá arriba un castillo! Claro, el de Herodes, como se nota que voy perdiendo memoria ya no me acordaba de Herodes. Me daré una vuelta por los alrededores ya que estoy aquí.

Cuando iba llegando dos soldados, lanza en mano, salieron del castillo y lo abordaron.

-Nuestro señor nos ha ordenado que te llevemos ante su presencia, vamos andando.

Herodes paseaba nerviosamente delante de su trono.

-Señor -dijo uno de los soldados- el forastero que merodeaba por los alrededores del castillo.

-¡Ah, sí!, ¿puede saberse quién es usted y qué hace por estos lares, y con esa pinta tan rara?

-Bueno… yo…es que vengo de muy lejos, de otro país, de otro tiempo.

-¿Quiere decir que es usted uno de esos magos que dicen que vienen de muy lejos?.

-Sí, algo así.

-Pues sepa una cosa, que es mi prisionero y que tiene que hacer lo que yo le diga, y le ordeno que me ayude a buscar a ese niño que dicen que ha venido a usurpar mi trono.

-No, no, eso no.

-¿Cómo que eso no, que no me va a ayudar?

-No, no, que digo que ese niño no viene a usurpar nada solo viene a salvar al mundo.

-¿Cómo que viene a salvar al mundo y de quién lo va a salvar, de mí? Yo soy el dueño y señor de todo lo que abarcan tus ojos y nadie puede ser más poderoso que yo, vamos te ordeno que busques a ese “salvamundos” y yo voy a dar orden a mis soldados que maten a todos los niños.

-Vaya, listo -dijo Rufino burlándose- y, ¿sí matas a todos los niños quien va a vivir en tu ciudad?, solo ancianos.

-Pues sí, seremos un país de viejos.

-Que no valdréis para nada seréis unos carcamales alelados y sin ganas de trabajar.

-Bueno, eso a ti no te importa y menos ahora que hay que resolver el asunto de que mi sucesor sea uno de los muchos hijos que tengo por ahí desperdigados, y no un impostor que no es de mi linaje.

-Es que Jesús tiene un linaje mucho más importante que el tuyo.

-Ah, pero… ¿es que tú lo conoces, sabes quién es y que se llama Jesús?

-Por lo pronto, aparte de salvar al mundo, viene a traer paz y amor, y no a imponer sus leyes y a aprovecharse del pueblo como haces tú.

-Pero, tú hablas como si lo conocieras desde hace largo tiempo, ¿no serás tú un profeta?

-¿Un profeta yo?… Dios me libre, pero todos hablan de Jesús y todo lo que dicen es bueno.

-Pues, no sé dónde lo habrás oído, porque yo que estoy aquí solo he oído que es un nuevo rey y que me quiere destronar.

-Que no hombre, que Él es otra clase de rey.

-Bueno, que yo no me fío y te ordeno que vayas con mis soldados a matar niños.

-¿Yo?, pero si soy incapaz de matar una mosca.

-Pues ahora lo tendrás que hacer. Vamos soldados darle un arma a este hombre, que vaya con vosotros y que me traiga por lo menos los cadáveres de tres niños.

-Tierra trágame, ¿cómo voy yo a hacer algo así?

-Vamos -dijo un soldado empujándolo y dándole un machete.

Se adentraron en las calles de la ciudad, vieron a una joven con un niño en brazos.

-Venga -dijo el soldado – arráncale el niño a la madre, mátalo y tráelo aquí, vamos rápido.

-¡Ay Señor, en qué líos me meto! -se lamentó Rufino encaminándose hacia la mujer- ¡artilugio por favor funciona!, ¡¡¡Funciona!!!

Y funcionó, un rato después estaba de nuevo en su salón.

-¡Oh que alivio, por fin en mi casa, que susto he pasado, Herodes, Herodes -musitaba Rufino casi llorando – pues no quería convertirme en un “mataniños”, tengo que tener más cuidado cuando manipule el artilugio.

Cuando llegó al despacho Don Anselmo, atento como siempre, le preguntó:

-¿Qué tal Rufino, parece que tiene mala cara, ¿algún problema?

-Ninguno jefe, solo que he estado con Herodes y todavía estoy sobrecogido.

-¡Anda claro!, estamos en Navidad y los belenes proliferan por todas partes, pero no le hacía yo a usted visitando estos sitios.

-No jefe, es que estuve en Belén de verdad y Herodes quería que le ayudara a matar niños.

-Bueno Rufino, lo suyo ya es grave.

-¿Pido hora en el psiquiatra jefe? -preguntó Mari Puri-.

-No, no creo que un psiquiatra le devuelva la razón, tendremos que buscar otra solución.

Febrero, 2016
Geli O.F.

3 comentarios en «Rufino en Belén y su encuentro con Herodes, de Geli O.F.»

  1. Genial Geli, vaya imaginación. Haces de Rufino un personaje de lo más variopinto e interesante. Enhorabuena y sigue dándole aventuras.

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