El día estaba gris y hacía mucho frío. Sandra había salido de casa muy temprano, tenía por delante una intensa jornada de trabajo y quería terminar a tiempo de reunirse con su novio para seguir concluyendo los preliminares de su futura vida juntos.
Sandra y Lucas estaban más que ilusionados porque, por fin, habían logrado encontrar una casa que les encantaba y cumplía con todas sus expectativas. Esa misma tarde tenían programada una cita en la agencia que se iba a encargar de gestionar la compra de su futuro hogar. Ellos ya habían conseguido del banco el crédito necesario para hacer frente a la hipoteca de su ansiada vivienda.

El muchacho la esperaba en el café donde pararon la primera vez que fueron a esa agencia inmobiliaria. Sandra tuvo que pedir un taxi para llegar puntual a la cita pues llovía a mares.
Al llegar saludó a su prometido con un cariñoso beso y pidió un chocolate calentito pues estaba aterida de frío. Lucas le explicó que ya había hablado con el agente que le iba a acompañar a la reunión con los propietarios de la casa que querían comprar, para ultimar trámites y fijar los plazos necesarios.
La sesión transcurrió como esperaban, todos estuvieron de acuerdo con las condiciones que se pactaron. La vivienda estaba en tan buen estado que apenas bastarían unos pequeños retoques para ponerla a su gusto antes de entrar a vivir. Qué ganas tenían los dos de fraguar su historia en esa preciosa casa y emprender la aventura más importante de sus vidas.
Se fueron a cenar juntos para celebrarlo y ella también le contó ilusionada que había acudido con su hermana a realizarse la penúltima prueba del traje de novia que había elegido para la boda. El vestido era como ella quería, porque así lo había imaginado, y le encajaba a la perfección. Un traje sencillo, con un estilo romántico y encantador que afirmaba su singular personalidad y realzaba al máximo toda su belleza.

La boda estaba muy próxima, en poco más de dos meses serían marido y mujer. Ya lo tenían todo confirmado: la iglesia, el desarrollo de la ceremonia y el restaurante donde lo iban a celebrar. Del mismo modo se habían encargado de enviar las invitaciones a la familia y a sus más íntimos amigos, que no eran escasos pues la pareja era muy querida. El enlace sería a finales de mayo, donde el buen tiempo parece que está casi garantizado.
Terminaron la cena, donde también hablaron de los lugares que tenían en mente para culminar los esponsales con un inolvidable viaje de luna de miel, era el último elemento que quedaba por decidir. El tiempo que les restaba hasta la boda lo dedicarían a acondicionar su futura casa y a solucionar algún imprevisto que se les pudiera presentar. Muy alegres y entusiasmados con sus planes, se marcharon felices del restaurante. Lucas acompañó a su novia a casa y ambos se despidieron con un cálido abrazo en el portal.

El ascensor no bajaba, se habría estropeado pensó Sandra, por lo que tenía que subir andando hasta la sexta planta donde vivía con su familia. No había llegado a la tercera planta cuando creyó escuchar en ella un ahogado gemido que la hizo estremecer. Entró en el amplio y recóndito descansillo que, por lo avanzado de la hora, tendría que estar desierto pues ahí se ubicaba una clínica dental que cerraba a las nueve de la noche. Encendió la luz y se percató horrorizada de la presencia de una cría tirada en el suelo semidesnuda que estaba siendo atacada por tres salvajes individuos que, sin ningún miramiento, estaban abusando de la niña que yacía aterrorizada. Uno de ellos estaba encima de la criatura indefensa, inmovilizada por los otros dos, intentando penetrarla sin piedad. Sandra, sin pensarlo un segundo, corrió a socorrerla tratando de quitarle de encima a los chacales que tan bestialmente la estaban agrediendo. Uno de ellos, el más fuerte, la golpeó con saña y repetidamente con un puño americano en la cabeza que hizo que perdiera el conocimiento. A continuación, los otros dos la patearon violentamente estando ya desmayada en el suelo, y después se marcharon corriendo. Los gritos desgarradores de la niña pidiendo auxilio alertaron a los vecinos más próximos que apresuradamente acudieron alarmados a ver lo que pasaba. Sandra estaba muy mal herida, sangraba abundantemente por las grandes brechas en la cabeza que los puñetazos y las brutales patadas con las robustas botas que llevaban le habían provocado. La pobre niña temblaba de miedo y de frío, y lloraba desconsoladamente.

De inmediato, los residentes llamaron a la policía y a dos ambulancias para atender a las víctimas que se presentaron en pocos minutos. Los vecinos, al identificar a Sandra, subieron a avisar a sus padres y muy alterados les contaron lo sucedido.
Bajaron corriendo las escaleras y al ver a Sandra, se percataron angustiados de la gran gravedad del estado de su hija. Su madre rogaba desesperadamente la presencia de un médico. El facultativo de la ambulancia, en un primer momento intentó estabilizar a Sandra que estaba sin conocimiento, aunque enseguida optó por llevarla urgentemente al hospital junto con su madre.
La niña, de quince años, también estaba en un estado deplorable, los vecinos la envolvieron en una manta e intentaron calmarla. Cuando llegó la policía, a duras penas pudo contarle lo sucedido, pues no dejaba de llorar. Les dijo que ella regresaba sola a su casa -la calle estaba desierta por la hora y el mal tiempo-, después de asistir al cumpleaños de una amiga que vivía muy cerca del portal donde tres desalmados al acecho de su presa la obligaron a entrar.
Sujetándola fuertemente la obligaron a meterse en el ascensor, subieron hasta la tercera planta, que de hecho sabían que estaría desierta, y allí se ubicaron para ejecutar la brutal agresión. Se supone que dejaron la cancela de la puerta del ascensor mal cerrada, por eso no funcionaba. Arrojaron a la pequeña al suelo, le arrancaron violentamente la ropa y la inmovilizaron fuertemente tapándole la boca para evitar que gritara. La jauría al completo estaba dispuesta a violarla repetidamente cuando Sandra, por fortuna, lo impidió.
Una patrulla de la policía se desplazó al domicilio de la chiquilla para informar a los padres de lo sucedido, sería un duro golpe para ellos, por lo que querían decírselo personalmente. Se ofrecieron a llevarlos al hospital donde estaban examinando y atendiendo debidamente a la pequeña para que, cuanto antes, pudieran reunirse con su hija.
Sandra ingresó en el hospital en un estado de extrema gravedad. Los médicos explicaron a la familia que los golpes asestados a la muchacha fueron letales y le habían causado múltiples lesiones cerebrales que provocaron un abundante sangrado interno que presionaba el cerebro. En resumen, conmoción cerebral severa con grave hematoma intracraneal.
La llevaron a un coma inducido, -estado de inconsciencia controlado y reversible provocado con medicamentos sedantes para proteger el cerebro y permitir su recuperación después de una lesión grave-, pero no había nada que hacer, solo un milagro podría salvarla. Su situación era terminal e irreversible, en ningún momento llegó a recuperar la conciencia.
A los pocos días, desgraciadamente, sin que nada los médicos pudieran hacer, Sandra falleció.

Los violadores dejaron tantos indicios y muestras de ADN que, junto con el testimonio de las descripciones de la niña, fueron rápidamente localizados. Ya sumaban numerosos antecedentes y denuncias, pero siempre conseguían terminar en la calle. La policía les detuvo sin dificultad e inmediatamente los pusieron a disposición judicial. Después de sendos juicios, les metieron en la cárcel por sus terribles crímenes, aunque no llegaron a cumplir sus condenas. Un día aparecieron los tres colgados en sus respectivas celdas. Dicen que en ese mundo los presos tienen su propia ética que desprecia a los depredadores sexuales, y aplican a su manera la justicia a esos seres indeseables que no merecen seguir viviendo, parece una barbaridad lo que estoy contando, pero no seré yo quien les defienda… ¿Fue justicia divina o humana para esa niña inocente que quedó traumatizada de por vida o para esa mujer que tenía un luminoso futuro por delante y que lo perdió todo por el mero hecho de impedir el terrible crimen?
La familia de Sandra quedó destrozada, qué cruel es a veces el destino. Su hermana sugirió que la enterraran con el precioso vestido que la muchacha había querido llevar en el día más feliz de su vida. Estaba preciosa, deslumbrante, una novia bellísima rodeada de rosas blancas. Parecía un ángel cuya primordial misión había sido la de salvar a esa niña sin esperanza, objetivo de su triste final.
Lucas nunca se recuperó de la pérdida de su amada Sandra, con la que tanto había soñado compartir su vida. A duras penas seguía viviendo, sin ilusión, pues le faltaban motivos para ello. Y, nunca consiguió borrar de su cabeza la eterna imagen de la novia más hermosa que jamás pudo imaginar y que, desgraciadamente, la imprevisible fatalidad le había arrebatado.
8 noviembre, 2025
Ana María Pantoja Blanco
Tremendo, muy impactante, aunque a veces la realidad supera la ficción.