Canción última, de Miguel Hernández

Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

Miguel Hernández, (Orihuela 1910 – Alicante 1942)
de El hombre acecha

La higuera de tu carne

(Dedicado a Miguel Hernández, mi poeta de cabecera)

Me embargó la emoción al visitar tu casa y al entrar en tu estancia…

Un candil encendido y en la noche leías sin parar,
perturbando el descanso de tu hermano que dormía en tu cama y tú,
extasiado en la lectura, alimentando y sosegando el ansia.
Devorando esos libros que tu padre te prohibía,
tenías que guardar cabras bajo el cielo infinito de tierras serranas.

Y al pasar a tu huerto te pude imaginar sentado bajo tu higuera,
la higuera de tu carne como tú la llamabas, la que te cobijaba.
Con tus manos aladas, mariposas de seda con las que acariciabas
tu mundo poetizado, liberando tu alma, tu dulce despertar de la alborada.

“Pena con pena y pena desayunas”…, es triste tu poesía y triste es tu existencia.

Tu sufrimiento te hizo libre, tus versos transmiten la verdad.

Alcanzaste la paz que en tu huerto anhelabas, esa paz inmortal…
Es grande esa luz que transmites, colmada de emociones de tu vergel de paz.

25 octubre, 2016
Ana María Pantoja Blanco

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